Cortados en el corazón por el Espíritu de Dios
- Keith Thomas
- hace 6 días
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Continuamos meditando sobre las armas ofensivas del Espíritu de Dios, que derribarán las fortalezas espirituales de nuestros enemigos invisibles, Satanás y sus ángeles oscuros y demonios. El apóstol Pablo comparó la Palabra de Dios con una espada del Espíritu. Martín Lutero, el gran reformador, experimentó un momento similar cuando la Palabra de Dios le llegó con fuerza. Leyó la Escritura: «El justo vivirá por su fe» (Habacuc 2:4; Romanos 1:17), pero la Iglesia Católica Romana, de la que formaba parte en ese momento, creía que una persona podía alcanzar la vida eterna a través de sus buenas obras.
Durante un viaje a Roma, como parte de un esfuerzo religioso por buscar la paz y el perdón, le dijeron que podía encontrar la paz subiendo de rodillas los veintiocho escalones de mármol blanco de la escalera de Letrán. Mientras subía de escalón en escalón, el Espíritu de Dios le recordó lo que había aprendido de las Escrituras: «El justo vivirá por la fe». Se dio cuenta de que la justificación —el acto de Dios de quitar la culpa y el castigo del pecado— era solo a través de la fe en la obra de Cristo en la cruz, y no tratando de ganarse la salvación mediante buenas obras. Estas verdades contradecían todo lo que se enseñaba en aquella época, y el Señor lo llamó a mantenerse firme en la Palabra de Dios por encima de las tradiciones humanas. Esta revelación marcó un punto de inflexión para él y para aquellos que escucharían sus palabras cuando regresara a Alemania, ahora como un hombre transformado, encendido con una nueva comprensión de la Palabra de Dios.
Tenemos otro ejemplo del poder de la Palabra de Dios en las Escrituras. Después de la resurrección de Cristo, en el día de Pentecostés, los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo. Salieron del edificio y encontraron a varios miles de judíos reunidos, atraídos por el sonido de un viento recio (Hechos 2:2). Empoderado por el Espíritu Santo, el apóstol Pedro les predicó la Palabra de Dios. El resultado fue poderoso: «Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?"» (Hechos 2:37; énfasis añadido). La Palabra de Dios, pronunciada a través de Pedro, fue como una espada que traspasó lo más profundo de sus corazones.
No subestimes el poder de la Palabra de Dios que obra en y a través del creyente en Cristo:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz. Más cortante que cualquier espada de dos filos, penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las articulaciones y los tuétanos; juzga los pensamientos y las actitudes del corazón (Hebreos 4:12; énfasis añadido).
En la América del siglo XIX, Dios tocó la vida de Charles Finney. Era un hombre dedicado a la oración y al ministerio de la Palabra de Dios. El Señor lo usó para predicar de iglesia en iglesia. La presencia del Espíritu estaba sobre él con tanta fuerza que quienes lo escuchaban sentían una profunda convicción y eran afectados en lo más profundo de su ser. En una ocasión, Finney estaba predicando en una escuela y «de repente, una solemnidad terrible cayó sobre la asamblea, y la congregación cayó de sus asientos, clamando misericordia». Finney dijo: «Si hubiera tenido una espada en cada mano, no habría podido cortarlas tan rápido como caían. Creo que toda la congregación estaba de rodillas o postrada en dos minutos». Los gritos y llantos de la gente eran tan fuertes que no podían oír la súplica de Finney para que se volvieran a Cristo. «Finney parecía tan ungido por el Espíritu Santo que la gente se convencía de su pecado con solo mirarlo. Visitó una gran fábrica mientras celebraba reuniones en Utica, Nueva York. Al verlo, varios trabajadores se derrumbaron y lloraron, abrumados por la conciencia de sus pecados. Tantos sollozaban y lloraban que hubo que detener la maquinaria mientras Finney dirigía su atención a Cristo».[1] ¿Puedo animarte a orar y pedirle al Señor que obre de manera similar en nuestras ciudades? Keith Thomas
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Esta meditación es una versión resumida del estudio más profundo «¿Cuáles son las armas más poderosas del creyente?»
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