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Continuamos nuestra meditación sobre la resurrección de Jesús. Después de correr a decirles a los discípulos que el cuerpo de Jesús había desaparecido de la tumba, María Magdalena regresó y encontró a dos Ôngeles junto a los sudarios vacíos. Los Ôngeles le hicieron una pregunta a María:


13Le preguntaron: Ā«Mujer, Āæpor quĆ© lloras?Ā». Ā«Se han llevado a mi SeƱorĀ», respondió ella, Ā«y no sĆ© dónde lo han puestoĀ». 14Al oĆ­r esto, se dio la vuelta y vio a JesĆŗs allĆ­ de pie, pero no se dio cuenta de que era JesĆŗs. 15Ɖl le preguntó: Ā«Mujer, Āæpor quĆ© lloras? ĀæA quiĆ©n buscas?Ā». Pensando que era el jardinero, ella respondió: Ā«SeƱor, si tĆŗ lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo recogeré». 16JesĆŗs le dijo: Ā«MarĆ­aĀ». Ella se volvió hacia Ć©l y gritó en arameo: «”Rabboni!Ā» (que significa Ā«MaestroĀ») (Juan 20:13-16).


¿Por qué María no reconoció a Cristo al principio? ¿Crees que ha habido ocasiones en las que el Señor se te ha aparecido de otra forma? ¿Por qué ocultaría Jesús su identidad?


Hay ocasiones en las que el SeƱor ocultó intencionadamente su identidad a las personas; por ejemplo, en el camino de EmaĆŗs, en Lucas 24. Sin ser reconocido, JesĆŗs conversó con dos discĆ­pulos durante un rato mientras caminaban. Cuando los dos discĆ­pulos se desviaron de la carretera hacia EmaĆŗs, Ɖl siguió caminando como si fuera a seguir adelante. Solo ante su insistencia, JesĆŗs se quedó con ellos. Durante la cena, el SeƱor tomó el pan y lo partió. Ā«Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Ɖl desapareció de su vistaĀ» (Lucas 24:28-32). Ya no debemos andar por lo que vemos, sino por la fe (2 Corintios 5:7).


Cuando el SeƱor se encontró con los discĆ­pulos mientras pescaban en el mar de Galilea, ellos no lo reconocieron (Juan 21:4). Cuando JesĆŗs les dijo que echaran la red al otro lado de la barca, ellos obedecieron y llenaron la red de peces. Solo entonces los discĆ­pulos se dieron cuenta de que era el SeƱor. No limites la forma en que el SeƱor JesĆŗs puede venir a ti pensando que solo aparecerĆ” de una determinada manera. EstĆ© abierto a que el SeƱor venga de la forma que Ɖl elija. Algunos sugieren que MarĆ­a no reconoció a Cristo porque sus profundos sollozos y lĆ”grimas nublaron su visión. Otros creen que el sol naciente detrĆ”s de JesĆŗs le dificultó ver. Cuando MarĆ­a habló con JesĆŗs, le pidió el cuerpo, pensando erróneamente que era el jardinero. Lo Ćŗnico que sabĆ­a era que querĆ­a estar cerca del Amante de su alma. Cuando un amante de Dios se siente decaĆ­do, solo la presencia de Cristo lo satisfarĆ”.


Cuando Jesús pronunció el nombre de María con amabilidad y gracia, ella de repente reconoció quién era. Las ovejas de Dios conocen su voz (Juan 10:4). Este escritor conoce a algunas personas que han oído la voz audible de Dios, pero incluso si Dios no te habla de forma audible, un creyente maduro sabe en su interior cuÔndo Dios le habla. María lo reconoció por su voz. ”Ahora sus lÔgrimas eran lÔgrimas de alegría! Qué maravilloso serÔ para todos los que conocemos a Cristo contemplarlo, a Aquel a quien hemos anhelado ver en su gloria y escuchar su voz audible. Me imagino a María rodeÔndolo con sus brazos y abrazÔndolo con fuerza, con la cabeza apoyada en su pecho. ”No lo dejaría ir nunca mÔs! Me pregunto cuÔnto duró ese abrazo. Jesús le dio entonces una misión.


17JesĆŗs le dijo: Ā«No me toques, porque aĆŗn no he subido al Padre. Ve a mis hermanos y diles: ā€œSubo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Diosā€Ā». 18MarĆ­a Magdalena fue a los discĆ­pulos con la noticia: «”He visto al SeƱor!Ā». Y les contó lo que Ć©l le habĆ­a dicho (Juan 20:17-18).


La versión inglesa King James traduce las palabras de Jesús a María como «No me toques», pero esto crea confusión porque, solo unas horas mÔs tarde, por la noche, Lucas escribió que Jesús se apareció entre ellos y les dijo que lo tocaran: «Mirad mis manos y mis pies. ”Soy yo mismo! Tocadme y ved; un fantasma no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lucas 24:39). La NASB y la mayoría de las Biblias recientes traducen que Jesús le dijo a María: «Deja de aferrarte a mí» o «deja de sujetarme». QuizÔs María estaba tan abrumada por ver a Jesús que lo abrazó y no lo soltaba. Sin embargo, Jesús tenía una misión para ella: compartir la buena nueva con los demÔs. Dios utilizó a la mayor de las pecadoras para convertirla en la mayor de las evangelistas. El Señor la honró y confió en ella para ser la primera en dar esta increíble noticia a los discípulos. María pasó del dolor a una alegría abrumadora en solo unos minutos. ”Lo mismo ocurrirÔ con todos los creyentes cuando Jesús regrese! Keith Thomas


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