¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo que permaneciéramos en él?
- Keith Thomas
- 26 jun
- 3 Min. de lectura
¿Alguna vez te has fijado en cuántas veces aparece la palabra «permanecer» en Juan 15, el pasaje sobre Jesús como la vid verdadera: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos»?
4«Permaneced en mí, y yo permaneceré en vosotros. Ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que debe permanecer en la vid. Tampoco vosotros podéis dar fruto si no permanecéis en mí. 5Yo soy la vid; vosotros sois las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6El que no permanece en mí es como una rama que se tira y se seca; estas ramas se recogen, se echan al fuego y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os dará. 8La gloria de mi Padre es que deis mucho fruto y seáis mis discípulos» (Juan 15:4-8, énfasis añadido).
¿Qué significa permanecer? (La versión inglesa King James utiliza la palabra «abide», que significa «permanecer»). La idea es que la savia de la vida de Jesucristo fluye a través de ti al permitir que la Palabra de Dios sea la podadera del Espíritu Santo. Los discípulos tuvieron a Jesús con ellos durante tres años, pronunciando las mismas palabras de Dios. Por eso dijo que ya estaban limpios por las palabras que les había dicho (Juan 15:3). Además, prometió que si permanecían unidos a Él (la Cabeza) y Su Palabra permanecía en ellos, podrían pedir cualquier cosa y les sería dada (v. 7). Nuestra meta debe ser que la Palabra de Dios eche raíces en el suelo de nuestro carácter. Los fariseos de aquella época tenían la Palabra de Dios, el Antiguo Testamento, pero carecían del deseo de cambiar de carácter que la Palabra de Dios puede traer:
37Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su forma, 38ni su palabra mora en vosotros, porque no creéis al que él envió. 39Estudias diligentemente las Escrituras porque piensas que en ellas tienes la vida eterna. Estas son las mismas Escrituras que dan testimonio de mí, 40pero no quieres venir a mí para tener vida (Juan 5:37-40).
Los judíos religiosos habían estudiado las Sagradas Escrituras toda su vida, pero la Palabra de Dios no había echado raíces en ellos. Necesitamos reorganizar los muebles y crear espacio para Su Palabra. Cualquier desorden en nuestro corazón debe ser eliminado y enviado al basurero, para que Cristo y Su Palabra puedan morar completamente y echar raíces en el trono. El Señor dijo algo similar un poco más tarde a los judíos religiosos:
Sé que son descendientes de Abraham. Sin embargo, buscan la manera de matarme, porque no hay lugar para mi palabra (Juan 8:37; énfasis añadido).
La vida y el poder de Dios fluyen libremente a través de un hombre o una mujer que vive en fe y obediencia a Dios y hace espacio en su corazón para la Palabra de Dios. A menudo subestimamos el poder de la Palabra de Dios, pero Jesús dijo esto acerca de Su Palabra:
El Espíritu da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida (Juan 6:63).
El verdadero discipulado implica vivir plenamente para Cristo y permanecer espiritualmente conectados a Él, que es la esperanza de la gloria (Colosenses 1:27). Cuando permitimos que Su vida fluya a través de nosotros, el Señor produce resultados que van más allá de la explicación natural: oraciones poderosas, bendiciones que honran a Dios, amor sin límites y alegría inexplicable. Todo esto viene cuando la Palabra de Dios echa raíces en nuestro corazón y estamos arraigados y cimentados en el amor y el poder de Cristo (Efesios 3:17). El flujo vivificante de esta conexión orgánica con Jesús traerá frutos abundantes a tu vida. Keith Thomas
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