Los creyentes en Cristo llevarán la semejanza del Hombre del Cielo

Continuamos con nuestra meditación de ayer sobre el ataque de los saduceos a Jesús. La cuarta cosa que Jesús les dijo a los saduceos es que los que sean dignos serán llamados hijos de la resurrección. Aquí está el texto: ³⁵Pero los que sean considerados dignos de participar en ese siglo y en la resurrección de entre los muertos, ni se casarán ni se darán en matrimonio, ³⁶y ya no podrán morir, porque son como los ángeles. Son hijos de Dios, ya que son hijos de la resurrección (Lucas 20:35-36). Como los que pertenecemos a Cristo somos hijos de Dios, nos pareceremos a Él y tendremos su naturaleza, su poder y su autoridad.

Jesús abordó la cuestión fundamental cuando desafió a los saduceos sobre sus creencias acerca de la vida después de la muerte, la eternidad y las recompensas eternas. Los confrontó precisamente en el punto que ellos utilizaban para intentar tenderle una trampa, pero ahora, el Señor reveló que sus creencias se oponían a las mismas Escrituras que ellos afirmaban como verdad.

Sus argumentos hicieron que los líderes religiosos cuestionaran sus creencias, y no lograron alejar a la multitud de Jesús. De hecho, poco tiempo después de que el velo del templo se rasgara en dos tras la muerte de Jesús, Lucas registra en el libro de los Hechos que «el número de discípulos en Jerusalén aumentaba rápidamente, y un gran número de sacerdotes obedecían a la fe» (Hechos 6:7). ¿Qué hizo que muchos sacerdotes se convirtieran en discípulos obedientes? ¿Fue el hecho de presenciar cómo se rasgaba el velo del templo de arriba abajo (Marcos 15:38), o fue la respuesta de Jesús a las preguntas de los saduceos? Incluso los maestros de la ley dijeron: «¡Bien dicho, maestro!» (v. 39).

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, llegará el día en que nos despojaremos de este cuerpo carnal y nos revestiremos a semejanza del Hombre del cielo. Seremos hijos de la resurrección. Las Escrituras tienen mucho que decir sobre el cuerpo resucitado.

⁴²Así será también la resurrección de los muertos. El cuerpo que se siembra es perecedero, pero se levanta imperecedero; ⁴³se siembra en deshonra, pero se levanta en gloria; se siembra en debilidad, pero se levanta en poder; ⁴⁴se siembra cuerpo natural, pero se levanta cuerpo espiritual. Si hay cuerpo natural, también hay cuerpo espiritual. ⁴⁵Así está escrito: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente»; el último Adán, en un espíritu vivificante. ⁴⁶Lo espiritual no vino primero, sino lo natural, y después lo espiritual. ⁴⁷El primer hombre era del polvo de la tierra, el segundo hombre del cielo. ⁴⁸Como fue el hombre terrenal, así son los que son del mundo; y como es el hombre celestial, así son los que son celestiales. ⁴⁹Y así como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, así también llevaremos la imagen del hombre celestial (1 Corintios 15:42-49; énfasis añadido).

Unas horas antes de morir, el evangelista Dwight L. Moody vislumbró la gloria que le esperaba. Al despertar, dijo: «La tierra se aleja, el cielo se abre ante mí. Si esto es la muerte, ¡es dulce! Aquí no hay valle. Dios me llama y debo irme». Su hijo, de pie junto a su cama, le dijo: «No, no, padre, estás soñando». «No», dijo el Sr. Moody, «no estoy soñando; he estado dentro de las puertas; he visto los rostros de los niños». Pasó un breve lapso de tiempo y, tras lo que a la familia le pareció una agonía, volvió a hablar: «¡Este es mi triunfo; este es el día de mi coronación! ¡Es glorioso!».

¿Y tú, querido lector? ¿Estás convencido ya de que hay más en la vida que lo que experimentamos en este mundo? Que más allá de esta vida, si has recibido el don de la salvación y tus pecados han sido perdonados, serás como el hombre del cielo, así como también lo son los que son del cielo, mencionados en los versículos 48-49 anteriores. Por la gracia de Dios, espero verte allí. Keith Thomas

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