Gente común sin estudios lideró el mayor avivamiento de la historia
- Keith Thomas
- 17 jul
- 3 Min. de lectura

¿Alguna vez te has fijado en que cuando Jesús reunió a sus doce discípulos, no acudió a las yeshivas de Jerusalén ni a las escuelas bíblicas de la época? En lugar de eso, reunió a su alrededor a personas comunes y sin estudios, como muchos de nosotros. Después de que se derramó el Espíritu, los apóstoles y los primeros 3000 discípulos se reunieron en grandes multitudes de entre 3000 y 5000 personas en los atrios del templo. Una de las puertas del templo es donde Pedro y Juan se dirigían cuando Dios los utilizó para sanar al mendigo lisiado en Hechos 3:1. También se reunían en grupos domésticos para compartir la comida y partir el pan, celebrando la Cena del Señor (Hechos 2:46-47). Judas llamó a estas reuniones «banquetes de amor» (Judas, versículo 12). No creo que ningún apóstol o líder cristiano a tiempo completo dirigiera jamás la Cena del Señor en estas reuniones. Me imagino a los creyentes disfrutando de la comunión en sus hogares, tal y como Jesús nos enseñó. El anfitrión del grupo doméstico o el líder partía el pan, tal y como hacía el cabeza de familia el viernes por la noche, en el sabbat (Shabbat), proclamando la bendición sobre el pan.
Tendemos a mirar el Nuevo Testamento y ver a los doce apóstoles como superhombres. Esa no era la opinión de los habitantes de Jerusalén en los primeros días después de la resurrección de Jesús. Cuando el Espíritu Santo vino cincuenta días después de la muerte de Jesús y utilizó a Pedro y Juan para sanar al mendigo lisiado en la puerta llamada Hermosa, la élite religiosa quedó desconcertada al considerar la curación del hombre por parte de los dos pescadores:
Cuando vieron el valor de Pedro y Juan y se dieron cuenta de que eran hombres sin estudios, hombres comunes, se asombraron y tomaron nota de que estos hombres habían estado con Jesús (Hechos 4:13).
Los líderes de Israel creían que el poder espiritual provenía del intelecto y del conocimiento intelectual, pero en la economía de Dios, esas cosas no son tan impresionantes para Dios como lo son para nosotros. El Señor busca la fe. Por favor, entiendan que no estoy criticando la formación en seminarios y escuelas bíblicas; necesitamos personas bien formadas que puedan enseñar las Escrituras con claridad y comprensión. Cristo encontró a sus doce discípulos en barcos de pesca, peajes y otros trabajos cotidianos. Cuando los líderes de Jerusalén oyeron hablar del milagro de la curación del hombre discapacitado, no podían creer que esas cosas estuvieran sucediendo a manos de hombres comunes y sin educación. Revisaron los seminarios locales de la época y los doce apóstoles no figuraban entre los «quién es quién» de la sinagoga. Los primeros discípulos habrían sido considerados los menos aptos para tener éxito por las autoridades religiosas de su tiempo. Sin embargo, a pesar de que los discípulos carecían de pedigrí y educación formal, el Señor Jesús los transformó con solo estar con ellos. Sus palabras y acciones recordaban a Cristo a la gente. La gente «se dio cuenta de que estos hombres habían estado con Jesús» (v. 13).
Del mismo modo, cuando vivimos nuestras vidas en relación con Cristo, confiando en Su poder y carácter dentro de nosotros, los demás también verán que hemos estado con Jesús. Me encanta estar cerca de quienes caminan con el Señor; se nota en sus rostros y en su carácter. Las Escrituras dicen que estos primeros creyentes «pusieron el mundo patas arriba» (Hechos 17:6, Versión Reina-Valera). Tal era el testimonio de aquellos que estaban llenos, guiados y empoderados por el Espíritu de Dios; incluso sus enemigos reconocieron que eran transformadores del mundo. Ninguno de nosotros tiene motivos para creer que Dios no puede usarnos. Todo lo que se necesita es una fe sencilla en Dios y el conocimiento de Cristo y de lo que ha hecho por nosotros; estas cosas nos ayudan a permanecer en sintonía con el Espíritu de Dios. Sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6). Keith Thomas.
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