El anhelo del cielo
- Keith Thomas
- 30 may
- 3 Min. de lectura

En el corazón de cada hombre y mujer en la Tierra hay un anhelo del cielo. Intuitivamente comprendemos que hemos sido creados para algo más que esta Tierra, impulsados por una nostalgia del cielo. «Nostalgia» proviene de dos palabras griegas: nostos, que significa «regresar a casa», y algos, que significa «dolor». Originalmente, la palabra se refería a la nostalgia, una enfermedad incurable que solo puede curarse regresando a casa. Mientras vivimos en este mundo, siempre habrá un anhelo interior por algo, un vacío o un agujero en nuestras vidas que nada, excepto Dios mismo, parece poder llenar. Intentamos llenar este vacío bebiendo alcohol, pero eso no lo satisface. La fama no lo llena, ni tampoco el placer. El dinero tampoco puede hacerlo. Las personas más vacías de la Tierra intentan llenar el abismo con estas cosas. Nada, ni siquiera la familia, puede satisfacer lo que anhelamos en nuestras almas. Negar o ignorar los anhelos que Dios ha inculcado en nuestra creación embota nuestro ser interior, la parte que anhela a Él. Negarnos a reconocer nuestro anhelo espiritual pone en peligro nuestras almas. Aldous Huxley dijo: «Tarde o temprano, incluso a Beethoven, incluso a Shakespeare, le preguntamos: «¿Esto es todo?»». C. S. Lewis describió esto como «el anhelo inconsolable... noticias de un país que nunca hemos visitado».
Agustín habló de tener este sentimiento interior mucho antes de su conversión al cristianismo. C. S. Lewis luchó duramente y se resistió a la idea de que la fuente de su «anhelo inconsolable» fuera su sed de Dios. Lewis dijo de su búsqueda de Dios: «Podrían hablar también de la búsqueda del gato por parte del ratón». Si es cierto que Dios ha inculcado en lo más profundo de nuestro ser un anhelo por Él, ¿por qué intentar llenar el vacío con todo tipo de cosas que no son Él? Nuestro texto de hoy es Jesús clamando en medio de una multitud que asistía al día más importante de la fiesta de los Tabernáculos. Su clamor es para que los que tienen sed vengan a Él y beban de su Espíritu:
37En el último y más importante día de la fiesta, Jesús se puso de pie y dijo en voz alta: «Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. 38El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva». 39Con esto se refería al Espíritu, que más tarde recibirían aquellos que creyeran en él. Hasta ese momento, el Espíritu no había sido dado, ya que Jesús aún no había sido glorificado (Juan 7:37-39).
«Si alguno tiene sed, venga a mí y beba». Jesús estaba diciendo que del templo de su vida manaría el poder refrescante, vivificante y sanador del Espíritu. Cuando Cristo vive en nosotros y se le da plena autoridad para gobernar y reinar sobre nosotros, este río o manantial fluirá desde el centro de nuestro ser, tal como Él dijo. Cuando Cristo está entronizado en el templo de nuestro corazón, su Espíritu fluirá desde lo más profundo de nuestro ser hacia aquellos que nos rodean, trayéndonos nueva vida a nosotros y a quienes nos rodean. ¿Por qué seguir negando tu sed espiritual? Ven a Cristo y deja que Él llene tu vacío. Keith Thomas
¿Has entregado tu vida a Cristo? ¿Qué significa ser cristiano? Los siguientes enlaces de estudio te ayudarán:
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