
Continuamos con nuestras meditaciones diarias sobre los acontecimientos que condujeron a la crucifixión de Cristo. Cuando Jesús y los discÃpulos llegaron a GetsemanÃ, Cristo se alejó de ellos un tiro de piedra y Lucas nos dice que se arrodilló para orar (Lucas 22:41). Mateo nos dice que, en ocasiones, su postura era estar postrado boca abajo en apasionada oración:
37Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38Entonces les dijo: «Mi alma está abatida por la tristeza hasta el punto de morir. Quedaos aquà y velad conmigo». 39 Un poco más adelante, se postró con el rostro en tierra y oró: «Padre mÃo, si es posible, que pase de mà esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mateo 26:37-39).
La frase «abrumado por la tristeza hasta el punto de morir» es muy vÃvida y nos hace preguntarnos qué estaba sucediendo en el alma de Jesús. Sea lo que sea lo que Cristo experimentó, el Señor lo describió como algo tan abrumador que casi lo llevó a la muerte (v. 38). El momento fue tan intenso que suplicó a los discÃpulos que lo apoyaran en oración, diciendo: «Quedaos aquà y velad conmigo» (Mateo 26:38). Marcos describió a Jesús como «profundamente angustiado y turbado» (Marcos 14:33). El autor de Hebreos también habló de lo que Jesús soportó en el huerto, diciendo: «Ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podÃa salvarlo de la muerte» (Hebreos 5:7). La Biblia inglesa King James traduce el mismo versÃculo asÃ: «Él habÃa ofrecido oraciones y súplicas con fuertes gritos y lágrimas». Lucas describió a Jesús asÃ: «Estando en angustia, oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que caÃan al suelo» (Lucas 22:44). La palabra griega para angustia es la raÃz de nuestra palabra española agonÃa y describe a alguien que libra una batalla con un miedo intenso.
Jim Bishop, en su libro El dÃa en que murió Cristo, comenta que el sudor de Jesús era como gotas de sangre:
«Desde el punto de vista médico, esto se denomina hematidrosis. Se produce cuando el miedo se acumula sobre el miedo, cuando una agonÃa de sufrimiento se suma a un sufrimiento anterior hasta que la persona altamente sensibilizada ya no puede soportar el dolor. En ese momento, el paciente suele perder el conocimiento. Cuando eso no ocurre, los capilares subcutáneos a veces se dilatan tanto que, al entrar en contacto con las glándulas sudorÃparas, los pequeños capilares se rompen. La sangre se exuda con la transpiración y, por lo general, esto ocurre en todo el cuerpo».[1]
Leà que esto ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi bombardeó Londres en lo que se conoció como el Blitz. El estrés diario de los bombardeos provocó varios casos de hematidrosis. El miedo era tan intenso que algunas personas comenzaron a sudar sangre.
Algunos estudiosos interpretan que «su sudor era como gotas de sangre» (Lucas 22:44) significa que Jesús no estaba sangrando, sino que sudaba tan profusamente que parecÃa que estuviera sangrando. Sugieren que podrÃa haber estado sudando por la intensidad de su ferviente oración o debido al estrés. La experiencia de Cristo en Getsemanà tuvo lugar durante la Pascua, que cae entre marzo y abril en nuestro calendario, y Jerusalén suele ser frÃa debido a su ubicación en la montaña. Más tarde, Pedro se calentó junto al fuego en el patio de Caifás con los que arrestaron a Jesús, lo que indica que hacÃa frÃo y que era poco probable que estuviera sudando como se describe; de lo contrario, ¿por qué mencionar la sangre? El sudor habrÃa sido difÃcil de ver a la luz de la luna desde una distancia corta, pero se sugiere que los discÃpulos notaron que habÃa estado sudando cuando fue a despertarlos. Si hubiera sido sangre, se habrÃa visto en el color de su túnica cuando se acercó a los discÃpulos. Dejo que ustedes decidan qué interpretación les parece más creÃble. Personalmente, creo que las Escrituras mencionan gotas de sangre porque sudaba sangre debido a la intensa angustia y el estrés que soportó en el huerto. ¿Por qué es esto significativo? Para que la lectura no supere los tres o cuatro minutos, continuemos mañana reflexionando sobre lo que causó tanta angustia a Cristo. Keith Thomas
Para más meditaciones diarias en la Biblia, haga clic en los siguientes enlaces:
[1] El dÃa en que murió Cristo, de Jim Bishop. Editorial Harper San Francisco. Página 169.




