
Continuamos meditando sobre las armas ofensivas del EspÃritu de Dios, que derribarán las fortalezas espirituales de nuestros enemigos invisibles, Satanás y sus ángeles oscuros y demonios. El apóstol Pablo comparó la Palabra de Dios con una espada del EspÃritu. MartÃn Lutero, el gran reformador, experimentó un momento similar cuando la Palabra de Dios le llegó con fuerza. Leyó la Escritura: «El justo vivirá por su fe» (Habacuc 2:4; Romanos 1:17), pero la Iglesia Católica Romana, de la que formaba parte en ese momento, creÃa que una persona podÃa alcanzar la vida eterna a través de sus buenas obras.
Durante un viaje a Roma, como parte de un esfuerzo religioso por buscar la paz y el perdón, le dijeron que podÃa encontrar la paz subiendo de rodillas los veintiocho escalones de mármol blanco de la escalera de Letrán. Mientras subÃa de escalón en escalón, el EspÃritu de Dios le recordó lo que habÃa aprendido de las Escrituras: «El justo vivirá por la fe». Se dio cuenta de que la justificación —el acto de Dios de quitar la culpa y el castigo del pecado— era solo a través de la fe en la obra de Cristo en la cruz, y no tratando de ganarse la salvación mediante buenas obras. Estas verdades contradecÃan todo lo que se enseñaba en aquella época, y el Señor lo llamó a mantenerse firme en la Palabra de Dios por encima de las tradiciones humanas. Esta revelación marcó un punto de inflexión para él y para aquellos que escucharÃan sus palabras cuando regresara a Alemania, ahora como un hombre transformado, encendido con una nueva comprensión de la Palabra de Dios.
Tenemos otro ejemplo del poder de la Palabra de Dios en las Escrituras. Después de la resurrección de Cristo, en el dÃa de Pentecostés, los discÃpulos fueron llenos del EspÃritu Santo. Salieron del edificio y encontraron a varios miles de judÃos reunidos, atraÃdos por el sonido de un viento recio (Hechos 2:2). Empoderado por el EspÃritu Santo, el apóstol Pedro les predicó la Palabra de Dios. El resultado fue poderoso: «Al oÃr esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?"» (Hechos 2:37; énfasis añadido). La Palabra de Dios, pronunciada a través de Pedro, fue como una espada que traspasó lo más profundo de sus corazones.
No subestimes el poder de la Palabra de Dios que obra en y a través del creyente en Cristo:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz. Más cortante que cualquier espada de dos filos, penetra hasta dividir el alma y el espÃritu, las articulaciones y los tuétanos; juzga los pensamientos y las actitudes del corazón (Hebreos 4:12; énfasis añadido).
En la América del siglo XIX, Dios tocó la vida de Charles Finney. Era un hombre dedicado a la oración y al ministerio de la Palabra de Dios. El Señor lo usó para predicar de iglesia en iglesia. La presencia del EspÃritu estaba sobre él con tanta fuerza que quienes lo escuchaban sentÃan una profunda convicción y eran afectados en lo más profundo de su ser. En una ocasión, Finney estaba predicando en una escuela y «de repente, una solemnidad terrible cayó sobre la asamblea, y la congregación cayó de sus asientos, clamando misericordia». Finney dijo: «Si hubiera tenido una espada en cada mano, no habrÃa podido cortarlas tan rápido como caÃan. Creo que toda la congregación estaba de rodillas o postrada en dos minutos». Los gritos y llantos de la gente eran tan fuertes que no podÃan oÃr la súplica de Finney para que se volvieran a Cristo. «Finney parecÃa tan ungido por el EspÃritu Santo que la gente se convencÃa de su pecado con solo mirarlo. Visitó una gran fábrica mientras celebraba reuniones en Utica, Nueva York. Al verlo, varios trabajadores se derrumbaron y lloraron, abrumados por la conciencia de sus pecados. Tantos sollozaban y lloraban que hubo que detener la maquinaria mientras Finney dirigÃa su atención a Cristo».[1] ¿Puedo animarte a orar y pedirle al Señor que obre de manera similar en nuestras ciudades? Keith Thomas
Para más meditaciones diarias en la Biblia, haga clic en los siguientes enlaces:
Esta meditación es una versión resumida del estudio más profundo «¿Cuáles son las armas más poderosas del creyente?»




