
En los últimos dÃas, hemos reflexionado sobre lo que pudo haber influido en Judas para que traicionara a Cristo. Satanás obtuvo cierto control sobre la vida de Judas mediante sus actos de engaño y robo de la bolsa del dinero: «No dijo esto porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón; como guardián de la bolsa, solÃa servirse de lo que se ponÃa en ella» (Juan 12:6).
Algunas cosas debilitan nuestras defensas espirituales e invitan a la actividad satánica a entrar en nuestras vidas. Por ejemplo, involucrarse en el ocultismo abre la puerta al enemigo, pero la principal forma en que Satanás accede a la vida de una persona es a través del pecado habitual. El enemigo busca un punto de apoyo en la puerta de nuestras vidas y, después, un punto de apoyo, y si cedemos a sus incitaciones, gana un fuerte. Cuanto más territorio le cedamos a través del pecado habitual, más tomará. Dale una pulgada y tomará una milla. La tentación comienza primero en la mente, y cuanto más cedemos al pensamiento, más terreno gana el enemigo en nuestras acciones. Cuanto más sometemos nuestra voluntad a los pensamientos pecaminosos, más se arraiga la compulsión en nuestro carácter. Dios le habló a CaÃn después de que este hubiera asesinado a su hermano Abel y le dijo:
Si haces lo que es correcto, ¿no serás aceptado? Pero si no haces lo que es correcto, el pecado está acechando a tu puerta; desea apoderarse de ti, pero tú debes dominarlo (Génesis 4:7).
Satanás no utilizó la fuerza externa para hacer que los pies de Judas se dirigieran hacia los lÃderes religiosos. En cambio, Judas siguió voluntariamente las motivaciones internas que Satanás habÃa sembrado en su corazón. Perdió terreno ante el enemigo al contemplar cómo robar de la bolsa del dinero, pero al final, fue llevado a traicionar a Cristo. Una persona se convierte en esclava de aquel cuya voz obedece. Esto es lo que dijo el apóstol Pablo sobre rendirse a los hábitos pecaminosos:
¿No saben que cuando se ofrecen a alguien para obedecerle como esclavos, son esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado, que conduce a la muerte, o de la obediencia, que conduce a la justicia? (Romanos 6:16).
Mientras Satanás susurraba y apelaba repetidamente a diferentes motivos en Judas, este se convirtió en una herramienta dispuesta del enemigo, lista para hacer su voluntad. Jesús advirtió a los discÃpulos que el enemigo se habÃa infiltrado en uno de ellos:
70Entonces Jesús respondió: «¿No os he elegido a vosotros, los doce? Sin embargo, uno de vosotros es un demonio».71(Se referÃa a Judas, hijo de Simón Iscariote, que, aunque era uno de los doce, más tarde lo traicionarÃa). (Juan 6:70-71, énfasis añadido).
La mente es el semillero de nuestro carácter y nuestras acciones, y Judas permitió que el enemigo lo visitara allà y sembrara semillas de destrucción en su corazón. Tener pensamientos malvados no es en sà mismo un pecado. Se convierte en pecado cuando nos obsesionamos con esos pensamientos y actuamos en consecuencia. Una persona sabia dijo una vez que no podemos impedir que un pájaro vuele alrededor de nuestras cabezas, ¡pero podemos evitar que construya un nido allÃ! Francis Schaeffer dijo: «La batalla espiritual, la pérdida de la victoria, siempre se libra en el mundo de los pensamientos». Un hombre no es lo que cree que es, sino lo que piensa que es. Satanás desgastó las barreras naturales de Judas anidando en su mente y en su corazón. Que esto nos sirva de advertencia a todos para mantener nuestros pensamientos puros. Keith Thomas
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